Herodes, Dios y la enfermedad

Ante el acontecer internacional y personal que se nos presenta, muchas preguntas relacionadas con Dios y las enfermedades se han hecho cada vez más constantes ¿Dios ha mandado esta pandemia como un juicio a la humanidad? ¿Acaso es consecuencia de nuestras malas acciones y pecados? ¿Envía Dios enfermedades? ¿Es esto una señal de la venida del Señor que nos exige arrepentirnos?

De seguro usted ha oído o tiene otras interrogantes como estas, pero me detendré en una: ¿Está Dios detrás de las enfermedades?

«El día señalado, Herodes, vestido con ropa real, se sentó en la tribuna y les arengaba. Y la gente gritaba: ¡Voz de un dios y no de un hombre es esta! Al instante un ángel del Señor lo hirió, por no haber dado la gloria a Dios; y murió comido de gusanos.» (Hechos 12:21-23 LBLA)

¡Claro que si! Podría ser su respuesta al reflexionar en el texto de Hechos. Es fácil apreciar que el autor de este libro no tienen problema en atribuir la enfermedad de Herodes Agripa a un ángel de Dios. En pocas palabras, el relato bíblico nos dice que Dios —a modo de juicio— mandó una enfermedad a Herodes.

Quizás otras personas al leer el mismo pasaje diga: Eso no fue enfermedad, fue otra cosa. Tal vez en su mente la imagen de un gobernante comido por gusanos sea tan aberrante que sólo puede ser un acto de carácter sobrenatural, algo milagroso, por llamarlo de algún modo. Es por esto que la escena no debiese tener relación alguna con las enfermedades que vemos a diario.

En el fondo, el tema que estamos viendo es sobre interpretar los sucesos históricos que nos rodean. De qué modo un mismo hecho puede ser mirado de distintas maneras y, dependiendo de los presupuestos que manejemos, enfatizar la intervención divina, la obra de la naturaleza o simples coincidencias.

Ahora bien, lo interesante de esta historia es que existe un paralelo en la literatura extra bíblica. Es Flavio Josefo¹ quien nos da un relato, desde otra perspectiva, de la muerte de Agripa.

«Los aduladores comenzaron a lanzar exclamaciones que no eran nada buenas para Agripa, llamándolo dios y diciéndole: Sénos propicio, y a pesar de que hasta ahora te hemos reverenciado como a un hombre, en adelante te contemplaremos como superior a la naturaleza mortal […] El rey, sin embargo, no reprimió ni rechazó su adulación […] Finalmente, después de sufrir dolores abdominales durante cinco días continuos, murió, siendo de edad de cincuenta y cuatro años y en el séptimo de su reinado.» ²

Para nuestra mentalidad contemporánea es difícil si quiera pensar que una enfermedad pueda ser producto de un juicio divino. Pero vemos que los primeros creyentes y en especial Lucas, quien escribió inspirado por el Espíritu Santo, no tuvieron problema en afirmar que en ciertas ocasiones el Señor envía enfermedades.

¿Significa esto que toda enfermedad es un castigo de Dios? Tampoco podemos afirmar eso, en la Escritura también se ven calamidades que no son leídas como juicios, incluso vemos a muchos justos padecer sin que esto sea producto de la desaprobación divina.

Entonces, ¿es el Coronavirus un juicio de Dios contra la humanidad? No lo sé, no puedo dar respuesta a esta pregunta. Confío en que Dios actúa en medio de la dificultad, pero desconozco que cosa está haciendo el Señor, específicamente, en esta circunstancia. No puedo descartar que Dios haga del modo que hizo con Herodes, pero tampoco me atrevo a poner en boca de Dios algo que él no ha dicho.

No soy un oráculo divino que pueda afirmar que este es uno de los siete sellos del libro de Apocalipsis. Sin embargo, no debemos olvidar que el camino del creyente es uno de preparación para el día glorioso en que nuestro Señor retorne. El arrepentimiento es un llamado constante para nosotros, y que cada día debemos, como iglesia, examinarnos y cambiar nuestra conducta para asemejarnos a Jesús.

Es por todo esto que lo único que podemos hacer es dolernos con los que sufren, llorar con quienes lloran, amar al prójimo, cuidarnos para cuidar del otro y rogar a Dios para que derrame su misericordia, sabiendo que nuestra única certeza y esperanza está en Cristo.

Imagen: Muerte de Herodes Agripa. Jan Luyken, Pieter Mortier, 1703 – 1762.

J.P. Zamora